San Rafael

Un juicio por jurado en pandemia: a un policía acusado de matar a su esposa

El juicio por jurado que se realizará en medio de la pandemia y con todas las medidas sanitarias que respeten las normativas presidencial y provincial en esta materia, hará que San Rafael sea nuevamente un lugar de atención a nivel nacional. 

El caso, por cierto, tiene ribetes fuertes, propios de aquellos donde la víctima es una mujer y el acusado, su marido. Pero los aditamentos de la historia, la complejidad de la causa, la importancia de los informes periciales, algunos de ellos con conclusiones opuestas, podrían hacer que esta semana, al menos en el sur provincial, sólo se hable de este tema. 

Televisión Andina ha desarrollado una serie de informes en donde ha expuesto desde el primer día el caso, cuando se reveló el audio del llamado al 911 donde Hugo Acuña daba cuenta que se le había "disparado el arma" y reclama la presencia de una ambulancia que finalmente no esperó, y con ayuda de vecinos, cargó a su esposa en el auto para llevarla hasta el hospital Enfermeros Argentinos, donde nada pudieron hacer para salvarle la vida.

La investigación dio cuenta que la madrugada del 15 de abril de 2018, otra vez Víctor Hugo había llegado a la casa que alquilaban en el pasaje Belgrano, sobre calle Paso de los Andes al 800 de General Alvear, después de haber ido a jugar a las cartas con los amigos. 

Su problema con el juego no paraba. Eran las 3, él le quiso hablar y nunca recibió una contestación, no supo si dormía o estaba enojada. El domingo, Lorena Paola Segura, la mujer de Acuña, despertó sin ánimo de ir a la iglesia evangélica donde concurría sagradamente todas las semanas. 

Cuando Acuña despertó, le preguntó por qué no había ido, "porque no tenía ganas; te hubieras levantado vos", parece que fue su contestación, según relató el acusado en su indagatoria. Para intentar hacer buena letra, Hugo tomó al bebé, lo sentó en su sillita, le dio el desayuno, volvió y le preguntó a su mujer si iban a ir a comer a la casa de la mamá de él. 

Ella no quería. Hugo le dijo: "Vamos, ya pasó", pero ella habría dicho: "no, no pasó nada, anoche llegaste a las 3, tenías el fin de semana libre y preferiste pasarlo con tus amigos. Yo quería estar con vos". El tono se elevó entre ambos, y la cosa terminó con dos tiros, uno de ellos mortal. El caso tiene teorías distintas. 

Pero todas hacen referencia a los disparos de un arma de fuego reglamentaria de este policía, uno de esos tiros le quitó la vida a su mujer. La primera pregunta que tendrá este juicio es simple pero de respuesta compleja: ¿fue un accidente o no? La defensa debe explicar por qué hubo dos disparos. 

Si hubiera sido uno solo, la teoría del hecho involuntario, hubiese facilitado la tarea. En la crónica que debe revelarse, otro aspecto dudoso es quién bajó el arma del placard y para qué. Acuña dice que fue Lorena, pero que él se la quitó. Luego asegura que la manipuló en la mesa, pero no la descargó como él, supuestamente, creía haberlo hecho. Siempre siguiendo su relato, con el arma en la mano le advierte que se va a suicidar porque no está haciendo feliz a su esposa.

 Allí dirá la defensa que se dio un forcejeo y se escapó un tiro, y cuando Hugo quiso tirar el arma para atrás y hacia arriba, salió inmediatamente el segundo. Hay una vecina que en la causa declaró haber escuchado dos disparos seguidos como si fueran petardos, tan seguidos, que pensó que era un solo tiro. Será su presencia en el juicio un momento clave para que pueda graficar honomatopéyicamente lo que oyó. 

La cuestión es que Acuña dice que el primer disparo le lastimó el dedo de su mano izquierda, curiosamente, la más hábil, pero con la que no empuñaba el arma, según se deduce de ver que en su correa siempre el estuche estuvo del lado derecho. 

El tema es el segundo disparo. Su existencia es la que lleva a los fiscales a sostener que esto no fue un accidente porque dirá que "con uno sólo bastaría para desprenderse del arma, y más en un ámbito cerrado donde el estruendo espanta", según relató uno de los investigadores a Medios Andinos. Y lo que los termina de convencer a los fiscales es que hay un informe de barrido electrónico que conlleva como conclusión que entre el cañón del arma y el orificio de entrada del proyectil en el cuerpo de Lorena, había entre 1,4 m y 1,7 m. 

Esa distancia, dirán los acusadores, desalienta la hipótesis de un forcejeo al momento del disparo. El tema clave en esta historia, sin embargo, es que esa pericia presentada como prueba por el Ministerio Público Fiscal se verá de bruces con otro informe de criminalística, donde un perito quizá ponga en dudas el anterior informe basado en las partículas halladas en la prenda de la víctima, producto de la deflagración en el momento del disparo. 

Este perito, al menos en la etapa instructoria, cree que las prendas quizá no fueron del todo bien cuidadas, separadas unas de otras, y eso tal vez pudo contaminarlas recíprocamente. Entonces, la discusión versará en torno a tres típicas improntas que deja un disparo, según la distancia de donde se produce: quemadura, tatuaje y ahumamiento. 

Sería ese el punto que con mayor dedicación intentarán razonar las partes para intentar que el jurado llegue a una conclusión respecto a la cercanía o lejanía del disparo. El problema que tiene la Fiscalía es que uno de sus propios peritos, concluyó que la distancia del tiro fue cercana, abonando quizá la teoría del forcejeo y, por ende, coadyuvando a la idea de la falta de intención en el hecho por parte del incriminado. 

En consecuencia, esos dos peritos, son quizá lo más importante para la definición de la causa. Las teorías del caso serán disímiles, obviamente, pero las alternativas que la magistrada expondrá al jurado acerca de en qué tipo penal puede encuadrarse lo sucedido, no serán menos de 7: desde el dolo directo a la absolución por haber sido un accidente inevitable, sin dejar de lado del dolo eventual, figura esta más que difícil.

Está en juego desde la libertad de Acuña hasta una condena a perpetua, y la escala propia de los homicidios. El segundo tema será cada uno de los agravantes en juego: uso de arma de fuego y relación de pareja, si se pueden aplicar al resto de las figuras que no sean el dolo directo. 

María Eugenia Laigle ha organizado este juicio con una especial dedicación en lo sanitario; la Corte ha previsto una serie de resguardos, tales como la no participación de personas de riesgo sanitario en el Jurado, la designación de un salón con capacidad para centenares de personas, pero sólo disponible para las partes y los funcionarios judiciales, entre ellos, el equipo de comunicaciones con el que cuenta el Poder Judicial, y que tiene a Nicolás Galuya como encargado de la transmisión vía streaming del debate, bajo la supervisión de Martín Ahumada. 

A Acuña lo representará el defensor oficial Jorge Luque; la exposición de la acusación estará en manos de Pablo Peñasco, acompañado por el fiscal Martín Castro, quien completó la etapa investigativa en General Alvear, de un caso que tiene en vilo al sur mendocino.

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