El abrazo inmortal, primer victoria contra el coronavirus

Por Myriam Ruiz.

Abrazos a través de un nylon. Lo implementó un hogar de ancianos de Tandil luego de estos 70 días de cuarentena en los que veían cómo la tristeza de no ver a los suyos estaba venciendo a los abuelos internados allí. Para muchos de ellos, algunos en sillas de ruedas y de avanzada edad, ver a través del vidrio a sus hijos no pasaba de ser gente desconocida. Una de las abuelas, llorando, un día dijo a su cuidadora: "Ya díganme que mi hija murió, así no la espero".

Con ingenio y una gigantesca dosis de empatía, el equipo del geriátrico Reminiscencias se basó en una idea aplicada en una residencia de ancianos de España y que también había inventado ya una niña estadounidense para poder abrazar a sus abuelos: básicamente se trata de una cortina plástica, resistente, con la que se forma una pared transparente y a la que se le insertan "mangas" plásticas.

Me pasó de estar viendo un noticiero de Baires y, de pronto, allí estaban los abrazos tan esperados. El geriátrico preparó un domingo especial para sus abuelos por lo que mientras todos estaban en el salón en el que comparten sus momentos de compañía fueron llegando, uno por uno, sus hijos y nietos. El personal del lugar los acercaba en sillas de ruedas hasta la puerta, sellada con el original dispositivo, y sus hijos los levantaban a través del plástico para darles un fuerte y eterno abrazo.

Lágrimas sanadoras, risas sanadoras también.

Eso dicen los especialistas de los abrazos: que curan, que hacen bien, que -como dice una frase célebre- "un abrazo equivale a darte un día más de vida".

Tremendamente emotivo fue ver a esos viejitos descubrir a sus hijos nuevamente en la cercanía y sentirse estrujados por ese amor que nace desde las entrañas. "Cuando les dimos la sorpresa, les encantó y desde ese momento están fascinados. Se levantan con ganas, se preparan, se pintan, se peinan porque van a venir sus hijos a verlos", cuenta con orgullo la dueña del lugar.

Estos son los abrazos reencontrados. ¿Y los abrazos perdidos?

La velocidad de nuestras vidas; el vivir cada vez más pendientes de una pantalla antes que de los afectos; el ir dejando a nuestros niños horas y horas en guarderías, a favor de trabajar cada vez más; el ir dejando nuestros sueños de juventud olvidados dentro de planillas que marcan calidad, cantidad, competencia, efectividad... Felicidad contante y sonante. 

Paige, de sólo 10 años, pegó una cortina plástica de baño en la puerta de sus abuelos. Sus padres hicieron las mangas y pudo abrazarlos. 

El Coronavirus, como si fuese un nuevo dictador del siglo XXI, impuso las reglas de su juego. Un esquema frío y desleal que hay que respetar para no enfermarse. Así, el contacto con nuestros seres queridos pasó a ser un recuerdo. 

Y, sin embargo, los humanos seguimos teniendo esa chispa que nos diferencia de tantos males, incluyendo los de nuestra propia especie: llámenla creatividad, yo la voy a nombrar "sensibilidad".

"Un abrazo quiere decir: no me amenazas, no tengo miedo de estar tan cerca, puedo relajarme, sentirme en casa, estoy protegido y alguien me comprende. Dice la tradición que cada vez que abrazamos de verdad a alguien, ganamos un día de vida", escribió Paulo Coelho.

La "cuarentena del querer" nos alejó de hijos, padres, hermanos, amigos, familia. Puso paredes entre nosotros, y distancia también. Pero, como nos enseñó Paige que con sólo 10 años inventó este tipo de "cobija" para abrazar de nuevo a sus abuelos, el amor siempre gana. El amor... siempre gana.

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