Opinión

Anuncios que no son nada

Por Marcelo López Álvarez.

Por Marcelo López Álvarez

Más de una vez en esta columna, contrariamente a lo que sostenían la mayoría de las consultoras privadas y también muchos medios de comunicación, expresamos que no había ninguna posibilidad de que la inflación fuera a la baja.

Los números del INDEC muestran claramente que un simple análisis de la realidad no dejaba margen alguno para la esperanza de una disminución de ritmo inflacionario. Advertimos que el solo arrastre de la diferencia de 15 puntos entre precios mayoristas e índice de precios al consumidor que quedaban pendientes del año pasado hacía imposible que, por lo menos el primer trimestre de 2019, la inflación fuera en la baja; pero además se agregaba que los constantes aumentos autorizados por el gobierno nacional en las tarifas del transporte, energéticas, telefonía celular y medicina prepaga complicaban aún más la situación.

Sin caer en la chicana (que dejó de ser graciosa) de "lo más fácil de solucionar mi gobierno será la inflación" o que esta "es la que demuestra la incapacidad para gobernar", lo cierto es que el gobierno de Cambiemos sigue sin poder resolverla cuestión.

El dato del 2,9% de inflación para enero, que lleva el aumento del IPC al 49,3 % en los últimos doce meses del año no solo pega fuerte en el bolsillo de los ciudadanos consumidores recortando su poder de compra, sino que puso otra vez a tambalear la política monetaria y macroeconómica (si es que la hay) del gobierno nacional.

El viernes el Central salió a recortar fuertemente la política de rebajas de tasas para las Leliq y el dólar empezó a reaccionar después de unos cuantos días de calma ficticia (festejada como real por el coro de aduladores). Es que los datos oficiales del INDEC han vuelto incompatible la política de baja de tasas que dejan de ser positivas frente a la acumulación inflacionaria, y la de mantener el billete calmo con dólares financieros y especulativos, buscando así controlar lo que no controlan que es la inflación.

Los inversores con IPC del 49 y tasas del 45 no ven el negocio y empiezan a volver al dólar, la moneda estadounidense en calma provoca un atraso cambiario importante que en breve volverá a alentar la fuga por turismo e importaciones y si los especuladores retornan al billete verde, la cotización crecerá y echará mas nafta al fuego del aumento de precios, que ya el gobierno mantiene sano y fuerte con su pasión por el aumento (ya injustificable) de las tarifas.

La realidad marca que el propio gobierno fue el que se encerró en la jaula con el león y se comió la llave. Las circunstancias macroeconómicas que lo llevaron al gobierno a este brete fueron creadas una a una por el mejor equipo de los últimos cincuenta años.

Mientras no le encuentran solución a la inflación, que en gran parte ellos mismos la alimentan con la voracidad empresaria transformada en política de Estado, hay otros empresarios con otra mentalidad, con otra perspectiva de la realidad que sufren por todos los costados. Nos estamos refiriendo a las PyMEs y las economías regionales principales damnificadas de la destrucción de la matriz productiva que con velocidad récord aplicaron el PRO y su aliada UCR.

Muchos de ellos, quizás movidos por el viejo dicho "lo cortés no quita lo valiente", asistieron a la puesta en escena del día de los enamorados en el salón Blanco de la Casa de Gobierno. Tanta movilización para apenas anunciar una pequeña e incompleta medida en las contribuciones patronales dejó un gusto amargo que no se saldrá de las bocas por mucho tiempo.

Mientras la puesta en escena se mostraba por las pantallas de las redes sociales del Presidente, se conocía que la morosidad de los créditos con los bancos llegó a su punto más alto en los últimos 10 años, mientras los créditos al sector privado cayeron 20 puntos en los últimos doce meses.

Los números no deberían sorprender a nadie, no son otra cosa que las consecuencias lógicas de una política económica que destruye el mercado interno y que tampoco crea condiciones para transformarse en el famoso "supermercado del mundo" ni para el boom de exportaciones que prometían por la misma época.

Más allá de la pobreza de los anuncios del jueves, los asistentes no tomaron tampoco muy en serio la palabra presidencial de que ese acto representaba el comienzo de un camino de trabajo juntos. De hecho, no hay sector que no venga trabajando desde hace un par de años, mínimo, en las famosas mesas de competitividad que brillan por su notable falta de alguna medida real para los sectores.

Mendoza es una clara muestra de eso y atraviesa una de las crisis más severas y preocupantes de su industria agropecuaria, con la vitivinicultura a la cabeza, de los últimos años. El Gobierno Nacional recarga todo el peso de la inexistente solución a esas crisis en los gobiernos provinciales, que en la mayoría de las situaciones ni tienen herramientas ni recursos para dar alguna solución a los reclamos.

Otra vez tomemos a Mendoza como ejemplo: debe salir a buscar endeudamiento para intentar generar algún plan anticíclico para la industria vitivinícola no sin poca polémica en el medio.

Pero poniendo en perspectiva que un gobierno nacional -que en tres años se endeudó en 100 mil millones de dólares para garantizar la fiesta especulativa y fuga de sus amigos del poder concentrado económico- deje en manos de los estados provinciales la búsqueda de respuestas para las economías regionales que generan miles de puestos de trabajo y que no llevan más de 1.000 o 2.000 millones de pesos en soluciones, es la mejor definición de los tiempos que se viven.

Te Puede Interesar