"Como están las cosas, lo único que podría salvar el año y frenar un poco la crisis que se le viene encima a la provincia, es que de aquí a la cosecha llueva y que sea mucho. La piedra provoca daños muy acotados, no generales y para una helada, que es el otro fenómeno que provoca pérdidas fuertes y contundentes, ya no hay tiempo. Es lamentable pensar así. Pero por lo visto hasta ahora, no hay otra cosa que nos salve".
Parece una ironía, una contradicción quizás, y es, desde ya, una definición tan políticamente incorrecta que ningún funcionario la expresaría y mucho menos el autor de la cita. Pero no se trata de una expresión inventada o producto de la fantasía. Fue dicha el último viernes en un café del centro y salió de la boca de un encumbrado dirigente político mendocino, sabedor como pocos de los secretos de la industria vitivinícola y de la economía provincial.
Para unos, la crisis que se avecina para la inminente Vendimia casi no tiene precedentes. Para otros, estos últimos referentes del oficialismo, los que agitan los inconvenientes son, cuando menos, apocalípticos. Lo más cercano a la realidad, es que existen unos 300 millones de litros de vino de excedentes de la cosecha pasada y la que se avecina da cuenta de traer varios millones de quintales en las parras -casi como en el 2018-, aunque no se tenga todavía el esperado pronóstico del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV).
De forma reservada, algunos días atrás, le intentaron hacer llegar al gobernador Alfredo Cornejo algunas ideas para adelantarse a la crisis que se puede abatir sobre la vitivinicultura. Quienes hicieron el intento, fallido hay que decirlo, resultaron ser algunos técnicos identificados con la oposición. Esta propuesta, una idea en bruto si se quiere para que el gobierno le diera alguna forma en función de sus propias estrategias si la aceptaba, contenía un programa de urgencia y emergencia para que el Estado saliese a comprarle uva a los productores. Con 1.200 o 1.300 millones de pesos se podría atender ese operativo de compra que, para estos acomedidos que plantearon la propuesta, sería lo único más o menos viable para salvar la ropa.
El gobierno ha reconocido, sin embargo, un grave problema centrado en los excedentes y en la voluminosa cosecha que tenemos por delante. La última semana se ventiló en la Legislatura el proyecto oficial que responde a las críticas que está recibiendo. Se trata del Plan Plurianual de Estabilización de la Vitivinicultura. Consiste en invertir 1000 millones de pesos para comprar vino y mosto y otorgarles a los bodegueros un bono especial para que exporten los bodegueros y compensarles las retenciones que les cobra la nación. Como condición, impone a las bodegas que les compren toda la uva a los productores con un precio sostén y pagarles en pocas cuotas.
Ciertos especialistas aventuran que no alcanzará para evitar una vendimia complicada para la provincia, y de riesgo social y político para el gobierno. Y que, además, el plan oficial incluye medidas de largo plazo, o a lo sumo de mediano, como ciertos incentivos para diversificar y tonificar el mercado. Sobre las exportaciones, que es en lo que se basa la administración de Cornejo para responder al excedente, sostienen que se está lejos, pese a la ayuda a los exportadores, de poder alcanzar las ventajas comparativas que tiene Chile y Australia, por caso, que llegan a los mercados a los que apunta Mendoza con mejores precios que nuestros productos.
Quedan pocos días para el arranque de la cosecha y el inicio de la fiesta mayor de la provincia. Será la última de la gestión Cornejo y estará dominada, qué duda cabe, de la campaña electoral por su sucesión. Una campaña que seguro será potente, no por el vuelo que logre, sino más bien por la virulencia verbal que alcance y el modo de chicana que tendrá, casi con seguridad. Pero lo trascendente, desde ya, será lo que alimente el intercambio de acusaciones que veremos con poca posibilidad de que se saque algo en limpio de ahí: se trata de las penurias, más todavía, que se pueden cernir sobre los miles de productores pequeños que frente a esa "dicha" de contar con una buena cosecha, es probable que no tengan donde venderla y ubicarla y pocas energías y recursos para levantarla, en algunos lamentables casos.