La elección de Joachim Gauck como sucesor de Christian Wulff -forzado a renunciarcomo presidente la semana pasada por sospechas de corrupción- se logró a costa de un furioso choque entre Angela Merkel y sus socios liberales (FDP) que dejó fuera de sí a la canciller.
"Posiblemente sea el fin de la coalición", lanzó el jefe de los verdes, Cem Özdemir. "La confianza mutua entre los Estados Unidos y Rusia en los tiempos más oscuros de la guerra fría era mayor que la que existe en esta coalición".
Incluso miembros de la Unión Cristianodemócrata (CDU) de Merkel admitieron su decepción con los liberales. "Sin duda, la relación quedó ahora un tanto dañada", dijo el experto en política interior Wolfgang Bosbach.
Michael Kretschmer, vicejefe de la fracción parlamentaria de la CDU, fue más tajante y habló de "una enorme pérdida de confianza".
El conflicto estalló la tarde del domingo, cuando los liberales rechazaron todos los candidatos a presidente de la CDU y apoyaron inesperadamente a Gauck, propuesto por las dos principales fuerzas opositoras -socialdemócratas y verdes- y rechazado por Merkel.
La propia Merkel se reunió entonces en privado con el jefe de los liberales, Philipp Rösler. Y ocurrió lo que parecía imposible: la canciller se enfureció y sus gritos se oyeron desde fuera de la sala. Merkel amenazó incluso con romper la coalición: "¿De verdad quieren eso?", lanzó a Rösler.
Pero ante la amenaza de un posible acuerdo entre liberales, socialdemócratas y verdes, y sin un candidato mejor que ofrecer, Merkel cedió a último momento para evitar el quiebre de la coalición.
"No fue en absoluto un acuerdo pacífico", señaló la secretaria general del SPD, Andrea Nahles. "Sorprendentemente, el FDP no se rindió. Tuvo que hacerlo la canciller".
Merkel terminó así elogiando a Gauck como "verdadero maestro de la democracia" en su presentación como futuro presidente. Horas antes, había iniciado las conversaciones descartando de plano su candidatura.
En rigor, Gauck tiene las credenciales de un candidato ideal para Merkel. El político de 72 años es ex pastor protestante, como el padre de la canciller. Es un símbolo de ladisidencia contra el régimen comunista en la ex Alemania Oriental (RDA), donde se educó Merkel. Y ambos tienen una buena relación personal.
Pero apoyarlo significaba, para Merkel, aceptar que erró en 2010 cuando socialdemócratas, verdes y una mayoría de la sociedad querían a Gauck como presidente y ella insistió en impulsar la elección de Wulff.
El cristianodemócrata se impuso después de tres ajustadas votaciones, pero el viernes pasado, menos de dos años después, se vio obligado a renunciar ante la apertura de una investigación por presunto tráfico de influencias.
Justo al contrario, el apoyo a Gauck fue una apuesta segura para los liberales, que lograron recobrar algo de iniciativa en medio de la fuerte crisis de popularidad que atraviesa el partido.
Si Gauck y Rösler son los grandes ganadores de la crisis, Merkel sufrió la que posiblemente sea la mayor derrota de su segundo mandato, comentaban este lunes los analistas.
El Gobierno rechazó cualquier roce interno y aseguró que la elección de Gauck es "un buen resultado para la coalición, el Gobierno y el país en conjunto", en palabras del vocero Steffen Seibert.
Pero entre los bastidores de la CDU, comenzaron a escucharse rumores de revancha. A fin de cuentas, es difícil que el FDP remonte, sin apoyo de Merkel, el magro dos por ciento que le atribuyen las encuestas.
La canciller goza, además, de una gran popularidad por su gestión de la crisis y algunos líderes cristianodemócratas creen que muchos votantes tomarán como un gesto de grandeza, y no de debilidad, que haya cambiado su postura para apoyar al popular Gauck.
El escenario deja en manos de Merkel una solución extrema: la convocatoria a elecciones anticipadas le permitiría seguramente seguir al frente del Gobierno, por ejemplo, reeditando la gran coalición con los socialdemócratas de su primer mandato. Para el FDP, según los sondeos, implicaría desaparecer del Parlamento.