La verdadera solidez del Mercosur la empieza a dar la Política
En su blog, el gobernador Francisco Pérez publicó su opinión respecto al bloque Mercado Común del Sur (Mercosur), integrado por Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Venezuela, aunque también cuenta a Chile, Colombia, Ecuador y Perú como países asociados.
Con más de dos décadas de existencia, el Mercosur político se consolida con firmeza como la caja de resonancia por excelencia de América Latina. Fundamentalmente hay un cambio de paradigma en la orientación del esquema de integración que explica esta nueva situación: un acuerdo suramericano con acciones donde prima el concepto de la justicia social y la inclusión, y ya no sencillamente las empatías económicas entre empresarios de países vecinos.
Si bien tenemos presente el contexto en el que fue diseñado y valoramos los logros obtenidos hasta el presente (Mercosur, 20 años , Los Andes, 26 de marzo de 2011) es clarísimo que hoy al Mercosur lo gobierna la política, y ya no los mercados. Es un proceso natural que la región ha vivido de un modo acompasado, con algunas pausas, pero con objetivos que están más allá de los intercambios de mercancías.
El ejemplo del trabajo realizado por Néstor Kirchner en sus funciones como secretario general de la UNASUR es un arquetipo para el futuro en las relaciones regionales: las decisiones de los hombres elegidos en procesos democráticos se imponen al resto de los intereses.
Para explicar brevemente nuestra afirmación recordemos sólo algunos puntos: en los años 90, cuando se creó el Mercado Común del Sur, si bien tuvo como causa fuente la excelente relación de Argentina y Brasil -en un contexto de creciente profundización democrática en la región-, el acento estuvo puesto, antes que nada, en los aspectos comerciales del esquema; ni tan siquiera podríamos hablar de integración económica. Era la visión dominante y el clima de aquella época.
Fue, a pesar de todo, una eficiente respuesta de la hora bajo el tópico del llamado regionalismo abierto al creciente fenómeno de la mundialización. La propuesta fue muy eficiente, tanto que en sólo cuatro años se logró establecer un arancel externo común para el 80% del universo de intercambio, logro que a la Unión Europea le llevó décadas alcanzar.
Sin embargo, aquellos avances en materia comercial no fueron acompañados por un desarrollo armónico en lo institucional. Gobiernos dispersos en lo ideológico y con objetivos bien diferentes mal podían fortalecer una postura común, especialmente con el fantasma del ALCA rondando en el Cono Sur. En este sentido, y sin intentar ser peyorativos -al menos en sus aspectos instrumentales-, el Mercosur originario, el de los 90, fue fruto de la entonces denominada diplomacia empresarial.
A veinte años de su creación, y sin perder su esencia, el Mercado Común del Sur tiene hoy la suficiente fortaleza política y el consenso social para encarar la necesaria profundización de su estructura institucional. Como está citado en el artículo que se menciona en párrafos superiores: vislumbramos para Mendoza un rol destacadísimo; y, siendo absolutamente realistas, con buenas perspectivas de convertirse en portavoz de la región.
Latinoamérica crece estratégicamente y alcanza consensos básicos en torno a la democracia, el respeto a los derechos humanos, la inclusión social y la distribución equitativa de la riqueza. Estos acuerdos políticos, de manera inédita para los americanos del Sur, nos ayudan a marcar nuestra propia agenda de cara a la realidad internacional. Es entonces cuando lo político se impone sobre lo comercial.
Que se entienda perfectamente: para nada renegamos de los avances en los temas de integración comercial, y por supuesto que nos preocupa el cumplimiento de los acuerdos en la materia (¡vaya que nos preocupa!). Son ejemplo de ello las gestiones realizadas para liberar las trabas al ingreso a Brasil de nuestros duraznos; la imposición de licencias automáticas a nuestros vinos y la invasión de ajos chinos con precios dumping a nuestro principal comprador mundial.
Sin embargo, el apoyo unánime, concreto y no meramente declamativo de nuestros socios del Mercosur y de América Latina toda a la causa Malvinas, nos parece infinitamente más relevante que un pasajero desacuerdo por tal o cual medida para-arancelaria. Infinitamente más relevante, insisto, movilizador y emocionante. Cómo si las venas abiertas empezaran por fin a cicatrizar.