El kichnerismo empieza a extrañar a Néstor Kirchner . No se trataría de una añoranza circunscripta sólo a lo afectivo: parece golpear también la ausencia de un conductor, de alguien que intente ordenar cuando la mala hora desembarca en el poder. De alguien que comprenda que la política obliga a alternar las alfombras con el lodo, el castigo con el premio. Cristina Fernández no habla con casi nadie, a excepción de un ramillete de jóvenes. Su mensajero con los K y los viejos peronistas es siempre Carlos Zannini, el secretario Legal.