Ahora, un verdadero tesoro yace bajo las cristalinas aguas italianas en las que encalló el mes pasado el lujoso crucero. Aunque algunos objetos casi seguramente van a desintegrarse, hay suficiente botín para tentar a cazadores de tesoros. Pudiera ser cuestión de tiempo antes de que fijen la mira en el Concordia, que tenía más de 4.200 personas a bordo cuando se fue a pique.