Mendoza y su "fragilidad ambiental": ¿podremos lidiar con un aluvión?
Ayer, en media hora el Gran Mendoza colapsó por las intensas lluvias y el granizo. ¿Estamos creciendo hacia los lugares correctos? ¿Estamos protegiendo nuestros recursos naturales? Hay un Plan de Ordenamiento que ya se preguntó todo esto antes.
Las tormentas que llegaron, con una violencia inusitada e inesperada al Gran Mendoza en la tarde de este martes, no sólo precipitaron agua y granizo en todos los departamentos desde Luján hasta Guaymallén, pasando por Godoy Cruz, Ciudad y Maipú, sino que además inundaron gran parte de los carriles, arterias y hasta los nudos viales de los accesos a Mendoza, con el problema que ello significa.
Autos y colectivos terminaron "flotando" en el río de agua que antes era el acceso sur, a metros del nudo del Cóndor, lo cual se conformó en una postal no vista desde hace largos años en Mendoza. Tantos, como desde aquellas tormentas de 1985 y '86 cuando muchos de los ríos se desbordaron por las intensas lluvias. En aquel entonces también, autos que se guarecían bajo los puentes del acceso, terminaron flotando a la deriva hasta que el agua quiso ceder.
Como siempre que a los mendocinos nos ocurren este tipo de fenómenos nos preguntamos, una vez más, si Mendoza está preparada para estas grandes lluvias, o para un fenómeno aún más traumático pero real como puede ser un aluvión.
La respuesta más clara y pronta que puede venir a la mente de cualquier mendocino es "no". Esto tan sólo teniendo la experiencia de cualquiera que viva en estas tierras y haya vivido la rapidez con que se inundan calles y acequias en minutos, en una gran tormenta.
Caos durante la tormenta de este martes por la tarde, en el Gran Mendoza. Autos a la deriva y choques.
No obstante, hay estudios científicos sobre todo esto. Los aluviones han sido un problema constante (si bien no periódico) en el gran orbe formado por los departamentos pegados a la Capital provincial y al pedemonte. Justamente, la cercanía con las montañas pone a Mendoza en un riesgo importante... ni qué decir de las construcciones de barrios privados y asentamientos que han proliferado en las últimas décadas y que nadie parece obstaculizar.
Estudios técnicos explican, desde organismos como el CONICET, Uncuyo o la UBA, que por ejemplo las clásicas urbanizaciones de trazado rectangular, con las calles y acequias en el sentido de la máxima pendiente, terminan por aumentar el efecto de la concentración de los caudales y disminuyen el tiempo de respuesta de las cuencas urbanas. O sea, han empeorado la situación.
De este modo es como, tormentas de idéntica magnitud han ido causando cada vez más daños e inundaciones en los sectores más bajos.
Los distintos gobiernos han ido aumentando la red de canales, acequias, colectores y mejorando los zanjones para dotar a la gran urbe de esas "venas" que deben drenar el agua que baja normalmente por las lluvias y el deshielo, y también aquella que se junta (anormalmente en este desierto) luego de las fuertes tormentas como la de ayer. Pero hay mucho por hacer aún.
El Plan de Ordenamiento Territorial
Mendoza ha crecido en los últimos veinte años de manera descontrolada, llegando al millón y medio de habitantes donde antes había sólo medio millón de personas. Esto ha provocado una explosión demográfica en un área que no tiene mucho más terrenos para dar -a no ser su cinturón productivo, que ha ido desapareciendo bajo el cemento de miles de barrios (y aquí incluímos tanto los complejos privados como los barrios del IPV o Procrear)-.
Así, el suelo de lo que es el Gran Mendoza ha sufrido intensos y rápidos cambios en su topografía. Cambios que se han trasladado hasta el mismísimo pedemonte, donde también barrios y asentamientos se han extendido más allá del criterio de lo que uno calificaría como "lógico" o "saludable".
La Provincia tiene un Plan de Ordenamiento Territorial que ha sido convertido en ley y cuya misión abarca, además de muchos otros aspectos que hacen al uso del suelo, justamente el decidir hacia dónde crecer como ciudad... y hacia dónde no hacerlo.
En otras palabras, el Plan de Ordenamiento sería la guía, ya diagnosticada, en base a la cual los gobiernos, tanto de la provincia como los municipales, deberán decidir hacia donde apuntar sus políticas de desarrollo: sean de infraestructura, industria o aquellas que sirvan para proteger a la población de los riesgos de la naturaleza.
Para qué sirven los espacios públicos, cuáles quedarán para la producción, cuáles para la industria y qué terreno puede ser urbanizado -o cual no-, son disposiciones que, luego de reglamentarse, deberían ser utilizadas con premura.
Luis Enrique Guisasola, en su estudio sobre la "Situación Aluvional y Sistema de Mitigación de Crecidas del Gran Mendoza", propone medidas interesantes, fuera de lo que sería la inversión en infraestructura:
- Relevar y monitorear todas las obras de mitigación de crecidas al final de la temporada estival, a fin de prever el plan de obras de mantenimiento durante la temporada invernal.
Último alud, en Potrerillos, que arrastró autos y provocó zozobra en la gente.
- Monitorear todas las obras de mitigación de crecidas luego de cada tormenta convectiva para prever las correcciones.
- Prever en el presupuesto de cada ejercicio los recursos para poder llevar a cabo las obras de mitigación y efectuar su correcto mantenimiento anual.
- Además de obras como canales o colectoras, es necesario tomar medidas del tipo "no estructurales" orientadas a evitar la concentración de caudales y cuidar el aumento de la frecuencia y magnitud de las crecidas.
En una provincia, una ciudad o hasta en nuestro propio hogar hay determinadas acciones que no llevamos a cabo hasta no sentir que "el agua nos llega al cuello". Pues, dado el cambio en el padrón climático de los últimos años, en los que las intensas lluvias han provocado, por ejemplo, aludes en alta montaña con roturas de rutas, puentes y hasta poner en peligro la vida humana, pues... tal vez vaya siendo momento de pensar esas acciones diferentes y llevarlas a cabo.