El seleccionado argentino no logra encontrar la brújula cada vez que padece la orfandad ante la ausencia de Lionel Messi y ninguna de las estrellas de la constelación que integran el plantel alcanza a brillar como lucero que guíe al equipo.
El seleccionado argentino no logra encontrar la brújula cada vez que padece la orfandad ante la ausencia de Lionel Messi y ninguna de las estrellas de la constelación que integran el plantel alcanza a brillar como lucero que guíe al equipo.
Está claro que no habrá que buscar en el rival de turno la causa del bajón, ¿acaso Venezuela, que tuvo groggy a Argentina, no es el equipo más débil que ni siquiera pudo ganar un solo partido en lo que va de las Eliminatorias?.
No era tan bueno aquel Ecuador que puso el alerta en el comienzo del camino hacia Rusia en el Monumental. El devenir del torneo por las plazas mundialistas da cuenta de ello. La anemia está en el cuerpo del seleccionado y, por cierto, hacer rato de ello.
Messi encuentra escasa sociedad de juego, apenas si hubo una luz de esperanza ante Uruguay con un par de encuentros con Paulo Dybala, con quien parece hablar el mismo idioma.
Esas ausencias de compañía se vienen dando inclusive desde el Mundial de Brasil: ante Irán se la jugó solo para quebrar el arco aquella tarde en el Mineirao. Pasó también en las copas sudamericanas, por más que haya llegado a las finales, claro está gracias al célebre rosarino.
Hace tiempo que Di María no muestra lo que sabe con la selección. Ayer era el momento. Era la gran estrella para hacerse dueño de la empresa. No estaba Messi ni sus otros compañeros de ataque de los últimos dos mundiales: ni Higuaín, de fallidas finales, ni Agüero, de frustrantes últimas presentaciones.
Di María se perdió entre un equipo sin ideas de juego. Ni siquiera aprovechó esa temible arremetida frontal por el que se hizo famoso e infantilmente hasta buscó desbordar ante un rival de escaso fuste y de una defensa agrietada en lugar de perforar con su diagonal. Hasta le costó levantar los innumerables centros que intentó desesperadamente.
Ever Banega careció de la estatura para gobernar el juego y Erik Lamela olvidó toda calidad y restó más de lo que brindó.
Por empirismo puro habrá que analizar los partidos que vengan solo si juega o no Messi sin detenerse tanto en los rivales. Salvo que los mismos futbolistas tomen nota de las huellas que dejan en las canchas.
Edgardo Bauza no merece cargar con responsabilidades en su primer doblete de partidos, pero queda en claro que tiene cosas por hacer.