Algún día iba a pasar, por más que esperábamos que nunca sucediera. Pero pasó. En la noche del martes 10 de marzo de 2015, hirieron de muerte a la Vendimia.
Algún día iba a pasar, por más que esperábamos que nunca sucediera. Pero pasó. En la noche del martes 10 de marzo de 2015, hirieron de muerte a la Vendimia.
Y hablo en plural porque los culpables fueron varios, a saber:
-El gobierno provincial por haber decidido poner a un artista que no tiene nada que ver con la fiesta sobre el Frank Romero Day sabiendo que iba a suceder lo que sucedió. Es decir, terminar siendo mucho más importante que nuestra celebración. El público, que irrespetuosamente decidió irse una vez que concluyó el show de Romeo Santos y le dio la espalda a nuestros artistas, sus artistas.
-Los mercaderes del espectáculo que pugnaron una y otra vez hasta conseguir esto: opacar la Vendimia.
-Los mendocinos, nosotros mismos, que decidimos aceptar sumisamente estos atropellos y nos quedamos cruzados de brazos.
Lo que pasó anoche fue tan grave como cuando los artistas decidieron parar y no salir al escenario hace unos años atrás. Esta vez, ellos pusieron alma y corazón para mostrar su arte ante un espacio vacío, carente de sentido y de pasión.
Se hace difícil creer que a nadie se le pasó por la cabeza que esto iba a suceder. Y no es porque el joven haya cantado antes: nadie garantizaba que la puesta en escena de Postales de un oasis que late se hubiese podido llevar a cabo de manera normal con 20 o 30 mil jovencitas enardecidas y ansiosas de ver a su ídolo.
Se hace difícil creer que no hubo ni una cabeza fría y criteriosa que le dijese a los popes gubernamentales que eso que estaban proponiendo estaba mal, que se iba a terminar comiendo nuestra máxima celebración.
Se hace difícil creer que se obstinaron con un cantante que ni siquiera les servirá para sumar más votos.
Se hace difícil creer que nadie pensó en la Vendimia por más que le destinan millones de presupuesto y la muestran por el mundo.
La crítica no es por Romeo Santos ni por quien se hubiese subido al escenario: es porque nada ni nadie puede estar más alto que nuestra máxima celebración y, lamentablemente, nuestros funcionarios de turno no lo entendieron así.
Ahora vendrá la difícil tarea de remontar este bodrio. Y de escuchar excusas inexcusables.