14 de noviembre de 2025
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Por Marcelo Torrez

El PJ ya lanzó la operación "salvemos a Pérez"

Las líneas internas de un oficialismo golpeado decidieron dejar de lado sus diferencias por un tiempo para blindar a Pérez y su gobierno. La operación comenzó en la última Vendimia y sigue el sábado con un retiro de intendentes, autoridades de las cámaras y los legisladores nacionales en Tupungato. Cómo controlar la ira y los desmadres. Cómo cerrar los frentes abiertos. Los días furiosos de los estatales en las calles.

Unidos por el espanto, las fuerzas internas del peronismo mendocino han concluido en dejar de lado algunas disputas de reacomodamiento y apuestas varias a nivel nacional, para concentrarse en apuntalar el gobierno de Francisco Pérez y acercarle, al gobernador, vías alternativas de escape a los varios frentes que se abrieron, muchos de ellos inútiles e injustificados.

Tan es así que mañana sábado, los intendentes del PJ, las autoridades de las cámaras y los legisladores nacionales con los que cuenta la fuerza, se encontrarán en un retiro en Tupungato, lejos de las miradas curiosas del periodismo y en un predio que propuso el intendente anfitrión Joaquín Rodríguez. Se sabe que la cita es a las 9.30 y la premisa, para los pocos invitados, es llegar al mitin con la firme intención de construir más que la de desatar la furia por la falta de gestión y la demora en la resolución de los varios conflictos que jaquean al oficialismo.

Pérez y Ciurca, el vice, fueron los primeros en acordar el retiro de Tupungato, luego de que ambos decidieran en la última vendimia acercarse para ir en búsqueda de la desactivación de las tantas bombas que amenazan con explotar pronto y debilitar aún más la administración. “Queremos ser una alternativa de verdad para el 2015, pero así como vamos chocamos”, fue la coincidencia de los número uno y dos de la provincia.

Los intendentes ven a Pérez a punto de colapsar. Y sin que sus visiones se transformen en golpes bajos o en chicanas inconducentes, advirtieron que Pérez volvió a actuar sólo y de forma temeraria, con lo que todos parecen dispuestos a acompañar al gobierno en estos momentos de crisis.

Con los estatales en las calles, las paritarias sin cerrar, un presupuesto sin aprobar y una fuerte exposición de Pérez en todos y cada uno de los partidos que se están jugando, sin que su protagonismo resuelva las cosas, el peronismo de Mendoza ve muy cerca, como nunca antes, que si no hay un cambio de rumbo se quedarán sin nada para el fin del ciclo del actual gobernador.

El caso de la diputada díscola Evangelina Godoy (votó junto a la oposición a favor del juicio político al juez de la Corte Carlos Bhöm cuando Pérez había ordenado salir en su defensa) ha calado hondo en el ánimo del gobernador y así se los hizo saber a los intendentes del oficialismo cuando los recibió a comienzo de semana en su despacho.

Cuando los caciques esperaban un diagnóstico crudo de Pérez sobre el actual estado de una provincia acechada por un rosario de demandas, y junto con eso una serie de las medidas en las que piensa para salir del atolladero, los intendentes se sorprendieron con un Pérez molesto e indignado por cómo se ha venido sustanciando el caso del juez Bhöm. Un caso menor para los jefes comunales (también para el resto de los dirigentes) pero que Pérez magnificó –entienden– dándole entidad al conflicto con la diputada Godoy, esposa del fotógrafo sanrafaelino Gustavo Mátar, quien viene envuelto desde el año pasado en un causa judicial por supuesto fraude al Estado y sobrefacturación de servicios audiovisuales.

Fueron varios, no uno, los llamados de alerta para el peronismo sobre el ánimo del gobernador los que llevaron a buscar un plan para blindarlo y sacarlo de la línea de fuego. Las destempladas críticas hacia jueces y fiscales, la decisión de no asistir al agasajo de la vendimia organizado por los grandes de la vitivinicultura, la posterior silbatina que recibió en el anfiteatro, aquel incidente con la flamante reina vendimial del que la soberana se retiró descompuesta, la conocida reunión con los integrantes de la Bicameral de Seguridad en donde se vio a un gobernador demasiado exaltado y hasta un encuentro con periodistas en el que Pérez dio rienda suelta a su indignación por el caso del juicio político a Bhöm y donde reveló las amenazas del fotógrafo sanrafaelino que recibió en su celular personal, han sido la antesala del retiro de este sábado en Tupungato.

Pérez, fiel a su estilo, también se ha expuesto en demasía con el conflicto paritario que enfrenta su gobierno con los docentes provinciales. En persona, una semana atrás, decidió jugar fuerte y dar a conocer él mismo la oferta salarial del 30,5 por ciento de aumento en cuotas que los docentes han rechazado de manera categórica. Es cierto que esa aparición le alcanzó para que el SUTE suspendiera un paro de 72 horas que tenía aprobado y que debía cumplirse para el martes, miércoles y jueves de esta semana.

Pero, a todas luces, Pérez ha comprometido más allá de lo aconsejable a la figura institucional del gobernador en un conflicto que todavía no se resuelve y que puede ser conducido hacia una radicalización del mismo, por cuanto el resto de los estatales ya se preparan para llevar adelante tres días de paro y movilizaciones callejeras para la semana que viene tras el feriado del lunes 24.

Lo de las protestas callejeras de los estatales es otro capítulo que se esperaba para este arranque del complejísimo 2014, desde donde se lo mire. Era una película con final conocido. Se sabía de antemano que la pulseada sería tan dura que haría caer, en la volteada, como siempre ocurre, a aquella porción de ciudadanos que recibe una trompada de alivio sin comerla ni beberla y a la que, como si fuera poco, se la obliga a entender, con prepotencia, las razones del por qué se está entorpeciendo el libre tránsito, o por qué no se atiende como corresponde en los hospitales agravando hasta el infinito un sistema que está herido de muerte.

Es la historia de siempre. Es la historia del huevo y la gallina. Es la historia tan extendida y tradicional de que si no se llora no se mama. Es la historia en la que nadie puede ponerle el cascabel al gato.

El fracaso rotundo por la imposibilidad e incapacidad de encontrar un camino para alcanzar el acuerdo que evite, por sobre todo, que la sociedad deba caer en manos de autistas que la hacen responsables de lo poco que cobran o de las condiciones laborales en las que se desarrollan las tareas del Estado es un caso para el diván o el sicólogo.

El enfrentamiento colectivo entre unos que reclaman en las calles dejando sus puestos de trabajo y tomando las esquinas como bastiones o territorios propios con derecho a todo, y aquellos que día tras día se las rebuscan en el sector privado para llenar la olla, lejos de ser brutal, se encamina a una guerra de todos contra todos. Un escenario en donde luchan pobres contra pobres en su gran mayoría.

Se veía venir que la mano sería brava. Lo sabían todos. El sólo hecho de que la inflación de los dos primeros meses del año acumule casi un 7,5 por ciento es un elemento más que suficiente, y contundente, para justificar el reclamo por aumentos salariales que piden en las calles los estatales.

Quién puede, desde el gobierno, apaciguar los ánimos ante semejante realidad. Qué economista hablando desde un púlpito gubernamental o desde una visión atada al oficialismo puede convencer de que lo que se ve en realidad es un espejismo, y si no lo es, pues se trata de un fenómeno que responde a un resabio de una crisis que ya terminó y que todo lo que se describe desde una prensa crítica o interesada esconde, en verdad, es un intento por desestabilizar institucionalmente al Gobierno provincial.

Aunque cueste creerlo, esa última visión, la de una campaña deliberada dispuesta a desestabilizar la actual administración es uno de los dichos que engrosan los argumentos de un gobierno que ha caído en la impotencia y en la falta de reacción.

Pero el fondo es la carencia absoluta de responsabilidad y respeto hacia los terceros que entienden la justicia del reclamo, pero que no son responsables. La falta de respeto, el abuso, el tomar el espacio público a como dé lugar para desatar la ira, por un lado y la falta de responsabilidad y respeto de una administración que presenta síntomas de algún desmadre en las cuentas públicas. Con lo que la plata no alcanza para dar los aumentos que serían lógicos y justos.

Mientras, el carro desbocado avanza sin freno. Si el presupuesto de la provincia creció en siete años casi un 700 por ciento, pasando de unos 5 mil millones de pesos a los casi 33 mil millones de este año (como se acusa desde la UCR), si la recaudación en el 2013 aumentó en un 33 por ciento y esa suba se fue sólo en sueldos, según datos oficiales, es porque algo malo está ocurriendo en el manejo de los fondos públicos. Lo que hace inviable cualquier planificación a futuro y menos en el contexto pesimista que se tiene por delante.

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