Un ejemplo

Pepe Mujica, el presidente más humilde del mundo

Vive con solo 1.250 dólares al mes y quiere que se elimine la pensión de jubilación presidencial. Su perra no tiene ningún pedigree y su carro es un modesto escarabajo Volkswagen.

Por Sección Internacionales
Ser presidente de un país le cambia la vida a más de uno, pero existen pocos (muy pocos) que prefieren mantener la vida de siempre, en una casa sencilla, con la ropa y los amigos de toda la vida.

Es el caso de José Mujica, ‘El Pepe’, presidente de Uruguay, quien es considerado el mandatario más pobre del mundo. ¿Qué lo ha hecho obtener tan noble título? Mujica percibe por ley 12.500 dólares mensuales. Sin embargo, dona el 90% de sus ingresos a fondos de ayuda social, con lo que solo le restan alrededor de 1.250 dólares (20 mil pesos en moneda nacional) para sus gastos personales. “Con ese dinero me alcanza, y me tiene que alcanzar porque hay otros uruguayos que viven con mucho menos”, dijo alguna vez, según recuerda en un reciente perfil el diario El Mundo de España.

Su esposa, la senadora Lucía Topolansky, también dona un porcentaje de su salario.

Mujica y Topolansky, que son pareja desde el 2005, viven en una chacra modesta a las afueras de Montevideo, en Rincón del Cerro, junto a la simpática Manuela, una perrita sin pedigree y un poco coja. Fuera de la chacra, el único patrimonio que ha declarado es un viejo Volkswagen color celeste (un ‘escarabajo’), valorizado en 1.945 dólares.

La última muestra de la humildad de Mujica se produjo el pasado miércoles, cuando salió de casa para comprar una tapa nueva para su inodoro. Lo acompañaba, por supuesto, la infaltable Manuela.

De pronto, un grupo de jugadores del club del barrio, Huracán del Paso de la Arena, lo vio y le pidió que los arengara antes de un partido muy importante. Mujica no dudó en aceptar y cuando llegó al local del club, le dio una charla motivacional al plantel. Además, accedió a tomarse todas las fotos que los hinchas, jugadores y cuerpo técnico le pidieron, y hasta prometió asistir al asado de festejo si el equipo lograba el ansiado ascenso a la Primera B (Segunda División).

Luego, como un hombre común y corriente, subió a su modesto auto, cargó a Manuela y volvió a casa. ¿Habrá instalado ya la tapa nueva de su inodoro? Seguro que sí.



Fuente: Publímetro

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