LA AGRICULTURA QUE NOS VIO NACER

Mientras tanto, en algún lugar de Mendoza... un productor baja los brazos y nace un nuevo pobre

Por Myriam Ruiz

"Un productor que hay que subsidiar todos los años no es un productor, es un parásito. Si esta gente no sabe producir que se dedique a otra cosa". Estas fueron las palabras de un oyente de Radio Andina, en la mañana de este martes, mientras se hablaba de la crisis vitivinícola en Mendoza. Como él, muchísimas personas piensan similar... con total desconocimiento de lo que realmente pasa en las fincas y en la zona rural de nuestra provincia, y sin mirar, tal vez, que el cinturón marginal que se ha formado en torno al Gran Mendoza -villas que crecen sin parar; familias que llegan desde el interior de la provincia y se instalan formando nuevos caseríos en medio de la pobreza- es gente que hasta hace unos ocho años atrás trabajaba en la cosecha y en sus propias fincas. La caída del agro no se debe a productores que no saben trabajar, sino a faltas de políticas públicas que incentiven y guíen la producción agropecuaria.

Vamos al inicio de lo que debería ser, en realidad, el punto de partida de cualquier sociedad que se precie y, por lo tanto, también el Plan de Gobierno mínimo de cualquier gestión: ¿Cómo hacemos que Mendoza crezca y se desarrolle? Salud, Educación, Seguridad son un deber que todo gobierno debe cumplir para dar respuestas a las necesidades mínimas de una población. En cambio, es la visión económica -aquella que toma la riqueza de un pueblo y la convierte en producto, empleo, fábricas, bodegas- la que moviliza el desarrollo y puede  llevarlo más allá de sus horizontes primarios.

La riqueza de Mendoza fue, desde el inicio de su historia, agrícola y paisajística. O sea: producción frutícola, vitícola, hortícola, ganadera y turística. A partir de desarrollar esa base (tal como lo hicieron nuestros abuelos) cabía dar el segundo paso: la industria que debe dar cabida a esa producción, añadirle valor agregado, convertirla en conservas, dulces, pulpa, vino, para así exportar cada vez más riqueza y realmente llevar a Mendoza al crecimiento económico.

En la década del '60 y '70 en la provincia habían miles de bodegas y fábricas conserveras trabajando a lo largo y ancho del territorio. Diez años después, apenas quedaban unas cientos de ellas.

¿Es que la uva cambió su gusto o las plantas ya no producen igual? ¿Es que damascos, duraznos o ciruelas mendocinos ya no sirven para hacer dulces o conservas? Nada de eso, por el contrario, gracias a nuestro clima desértico la fruta mendocina es una de las que tienen azúcares más elevados y menos cantidad de agua, lo que la hace perfecta para su secado o industrialización.

Lo que realmente pasó es que nunca se establecieron políticas públicas de desarrollo que miren al agro como un conjunto y permitan, a los productores, decidir inversiones más o menos seguras. Voy a poner un ejemplo de una de las zonas agrarias más lindas de la provincia: La Escandinava -está en Bowen, General Alvear-. En la Escandinava hay una finca de peras y duraznos con malla antigranizo y riego por goteo totalmente abandonada por su dueño. Tenía toda la infraestructura que se requiere para proteger a sus cultivos y darles agua. Una vez más: ¿qué pasó? Pasó que el precio de la fruta ha sido tan bajo (para el productor) estos últimos años, que no permite ni siquiera pagar la cosecha.

O sea, de rentabilidad ni hablemos.

Los productores de todo el Este y Sur mendocino ya no llegan, ni siquiera, a cubrir las necesidades básicas de su familia con lo que cobran por lo trabajado durante todo el año. Y eso no es que no sepan trabajar la tierra ni obtener el mejor fruto posible, esto ocurre porque no hay industrias suficientes para elaborar esa producción y porque las fábricas y secaderos han ido perdiendo mercados: al consumo interno -frenado y en coma médico- se le suma la pérdida de mercados -que ocurrió durante los últimos años del kirchnerismo, por el cepo cambiario-, y el atosigamiento impuesto por el macrismo con impuestos altísimos, tarifas millonarias en gas y luz, inflación, altos costos productivos y caída de las ventas.

Abramos un poco el entendimiento: el sector productivo no está pidiendo subsidios para no trabajar. Lo que se piden son políticas claras para saber en qué invertir; quién va a comprar esa producción; cuánto va a valer ese producto; cómo se va a apoyar a las pocas bodegas y conserveras que quedan para que puedan elaborar y exportar; y un sinfín de preguntas más que, se lo aseguro, a los productores les quita el sueño desde hace años.

La incapacidad de los gobernantes de Mendoza para encauzar la riqueza productiva de nuestra tierra ha sido notoria a través de décadas y distintos colores políticos.

Se habla de una nueva matriz productiva, cuando en realidad la matriz de la provincia está planteada desde el inicio de los tiempos. Lo único que hace falta es esa política que impulse el desarrollo sobre las riquezas que ya existen (agricultura, turismo, ganadería, petróleo) y sobre aquellas que tienen que ver con los nuevos desarrollos -por ejemplo en I+D - que podrían hacer de Mendoza un polo de inteligencia artificial.

Mientras Usted lee esto, gente que trabajó la tierra durante toda su vida hoy baja los brazos y cierra la tranquera de su finca. Además... miles de jóvenes que se han quedado sin trabajo en pueblos y departamentos rurales, se vuelcan cada año al Gran Mendoza -ese monstruo de gran cabeza que sigue creciendo- buscando un lugar en la urbe, en un año en que la pobreza ya afecta a 1 de cada 3 argentinos. Y también, mientras Usted lee esto decenas de pymes apagan sus máquinas cada semana, cierran sus puertas, echan a su personal debido a los altísimos costos de producción y la fortísima caída del consumo.

Argentina está en recesión aguda, su economía no se mueve y el desempleo sigue aumentando. Muchísima gente está volviendo a vivir en la zona rural, tal vez en la casa que era de sus abuelos, por no poder afrontar los costos de un alquiler. Esto último no es malo, por el contrario... es la pauta que trabajar la tierra debe significar un trabajo y una posibilidad de crecimiento para esa gente.

Un productor que pide hoy ayuda porque nadie está comprando su fruta, no es un productor que no supo hacer su trabajo. Por el contrario, es un agricultor que hizo su trabajo a la perfección, durante todo el año, y que cuando llega el momento de venderla el resto del aparato productivo que debería estar funcionando está golpeado y frenado, como una máquina sin electricidad o un tractor sin gasoil. 

Toda la estructura productiva de la Argentina está a un paso de dejar de existir... y le digo, sin dudar, que no vamos a querer ver el momento en que eso ocurra.

En este punto se necesita esa mente brillante, ese "genio" que piense políticas de crecimiento real y ponga al país y a la provincia de nuevo en el integrador camino de la producción (producción en todos sus sentidos y niveles). Porque produciendo, cada vez más y mejor, es como saldremos hacia adelante, daremos trabajo a nuestros jóvenes y podremos guiar a las nuevas generaciones cada vez más lejos de la pobreza.  

Te Puede Interesar