Opinión

Deuda Voraz

Por Marcelo López Álvarez

 La cuenta regresiva hacia el 2019 entra en su etapa definitiva y nos encontramos ante las paradojas de la crisis: por un lado, muchas empresas y PyMEs han decidido que el viernes pasado fuera su ultimo día de trabajo hasta el 2 de enero, en busca de ahorrar costos y paralizar un poco la producción ya que se ven sobrados de stocks.

En la otra punta, los comercios céntricos y de barrio, super e hipermercados extienden hasta el límite de lo posible sus horarios en busca de vender algo más.

Las reacciones de los últimos días del año no dejan de ser un fiel reflejo de los datos duros de la economía que se acumularon durante los 12 meses de 2018 y que no prometen demasiados cambios para el 2019.

La famosa esperanza de la reactivación de los años impares electorales es una quimera irrealizable en el marco macroeconómico al cual sumió este gobierno al país, junto a los acuerdos firmados con el FMI.

Las previsiones del propio presupuesto nacional y las estimaciones de todas las consultoras nacionales e internacionales dan por hecho que la economía argentina se seguirá achicando en 2019 y el mundo financiero internacional asume que Argentina tendrá problemas para cumplir con sus compromisos internacionales, disparando el riesgo país a máximos solo comparables con aquellas jornadas tétricas del trienio 1999 - 2000 - 2001.

Si algo caracteriza estos días además, es la cada vez más fuerte contradicción entre los números reales y la situación que plantean los funcionarios y sus medios voceros.

Quizás uno de los ejemplos más notables sea el famoso déficit, acaso sea el número que más certeza le da al mundo financiero internacional, que el camino hacia la reestructuración de la deuda es inexorable.

Sin contabilizar aún diciembre, el rojo fiscal real (es decir, incluído el pago de intereses de la deuda) creció casi medio punto respecto al mismo periodo de 2015, meta que se puede tomar como punto de partida para el desafío de este gobierno de reducirlo.

De enero a noviembre de 2015 el déficit total fue de 3.72% del PBI, en tanto que en el mismo periodo de este año trepa a 4.16%

La obsesión del equipo de Mauricio Macri es bajar el déficit primario, o sea el numerito rojo antes de sumar el pago de intereses. Se sabe sobradamente en el mundo económico que esa meta es solo una falacia demagógica de derechas. La caja con la que se pagan los gastos corrientes del Estado y los intereses de la deuda es la misma, por lo tanto lo que se recauda tiene que alcanzar para las dos cosas, si no la crisis y la reestructuración y ¿el default? son inevitables.

Esta columna es reacia a esa comparación -también de economistas muy ortodoxos- de que el Estado es como una casa, nada tan distinto como una cosa y la otra. Pero apelemos a esa chapucería para ejemplificar: Si usted tiene gastos impostergables -salud, educación, comida, transporte- por mil pesos y paga un crédito hipotecario por su casa de 600, tiene que ganar 1.600 pesos para poder cubrir y no tener déficit. Si gana 1.000, solo podrá cubrir sus gastos impostergables y no podrá pagar su crédito, por lo que deberá reestructurar su deuda para acumular mas deuda aún o perder su casa.

Queda claro que insistir en la cantinela del déficit cero es un recurso para las cámaras de TV y los aplaudidores seriales. La única verdad es la de los números y según los datos de la consultora Ecolatina, el rojo total saltó en noviembre el 58% interanual por un incremento del 139% del pago de intereses de la deuda. En números 39.114 millones de pesos contra 16.360 que se habían abonado en 2017

Si tomamos de enero a noviembre se pagaron de intereses por 331.482 millones de pesos , un 70,5% más que en igual período de 2017 y hay que aclarar que aún no llegan los vencimientos más grandes.

Pero además, la política del déficit cero ficticio tiene como principal componente (y más en situaciones super inflacionarias como la argentina) la paralización de la economía, por lo que la búsqueda de la meta se transforma en un círculo infernal. Al achicarse la economía, se recauda menos y si además se elimina cualquier tipo de control a las divisas y se da carta libre para que los generadores de riquezas hagan lo que quieran, el Estado cada vez será más pobre, entonces cada vez deberá ajustar más para lograr la meta inalcanzable como un espiral creciente que en algún momento se transforma en tornado arrasando todo a su paso.

No es algo novedoso para la Argentina que ha atravesado más de un ciclo con estas crisis y políticas en su historia pendular de la economía.

No hay Estado en el mundo que pueda funcionar con el libro del liberalismo y el libre mercado que un grupo de Illuminati agita en las pantallas locales, hasta Estados Unidos subsidia a la General Motors.

El año que se inicia preanuncia un gobierno atado a la financiación del FMI para no caer en default y obedecer sin chistar sus exigencias. La ecuación es fácil de resolver: la economía seguirá en picada y exigirá más ajuste y más ajuste y ya sabemos que la historia argentina es pródiga en saber quiénes son los ajustados. No por nada en estos días se hizo trending topic el hashtag #DeudaVoraz.

Te Puede Interesar