Opinion

Entre depredadores y fotos

Por MARCELO LÓPEZ

Por Marcelo López Álvarez

 Dentro de un rato, en este primer domingo de diciembre, se apagarán las luces de la Cumbre. Los aviones gigantes y los múltiples dispositivos de seguridad y protocolo se irán como vinieron: con pocos logros y profundizada la guerra moderna que pasa por la economía y el comercio entre China y Estados Unidos, donde Argentina quedó presa por su propia voluntad.

"La depredadora economía China" -contra la cual la vocera del Presidente Trump aseguró que los mandatarios estadounidense y argentino acordaron combatir, cosa que llevó a un apuro al canciller Faurie y recién 24 horas después fue desmentido por el propio presidente Macri, junto con el álbum de fotos del presidente con sus colegas, lo más relevante para la agenda argentina y no parece un logro, sino más bien un problemón.

Una cuestión que tiene múltiples terminales que afectan hasta nuestra provincia embarcada en intentar conquistar el mercado asiático para mejorar la economía y el producto bruto regional.

Cuando los reflectores dejen de iluminar y las redes dejen de transmitir en cadena los memes interminables que dejaron varios de los dislates que ocurrieron en apenas 48 horas, la realidad no habrá cambiado, sino más bien se habrá profundizado la crisis que pone luces rojas sobre el diciembre que llegó.

La reunión del G20, sobre la cual buscar información de fondo se transformó en una odisea, parece no haber dejado demasiado nuevo e importante más allá de la cena entre Trump y Xi Jinping. El documento final transita una catarata de lugares comunes (única forma que se encontró de lograr un consenso para la firma) y la agenda que propuso Argentina como país anfitrión fue tan poco sustanciosa y tan ajena a la realidad económica mundial, que ni siquiera motivó el interés de discutirla profundamente en las delegaciones. De las ocho carillas solo se puede rescatar una especie de admisión de que el modelo de comercio multilateral no fue exitoso y la propuesta de una reforma paulatina de la Organización Mundial de Comercio.

Casi en simultáneo con el comienzo de la Cumbre, el FMI daba a conocer en Washington un informe que explica la preocupación de los grandes jugadores por la fragilidad del mundo económico y las posibles consecuencias de las batallas comerciales que se libran.

El informe del Fondo destaca que al fin del primer trimestre de este año la deuda que suman familias, empresas, corporaciones y gobiernos a nivel global, sin contar las financieras, alcanza los 164 billones de dólares, lo que es equivalente al 225% del PIB mundial.

El FMI destacó que la deuda pública se encuentra en niveles máximos, tanto en economías avanzadas y emergentes, pero además remarca: "a un nivel no visto desde la Segunda Guerra Mundial".

Según el organismo, en las economías emergentes el pasivo se sitúa en el 50% de su PBI, marca que Argentina supera ampliamente y que la deja aún más débil en el contexto mundial y a merced de los vaivenes del mundo financiero y las batallas comerciales.

Pero no solo la Argentina es débil frente al contexto mundial, su contexto interno es tan preocupante como el externo y la deja sin herramientas ante posibles colapsos. No es por demagogia o simplismo que potencias como Estados Unidos o las europeas, que se vuelven cada vez más proteccionistas y defensoras de sus mercados. Las potencias saben que allí está la clave para sobrevivir en un contexto de crisis global.

El enojo de Donald Trump con General Motors horas antes de partir a su gira latinoamericana es parte de esa política. El magnate presidente estalló en cólera en sus redes sociales cuando GM anunció el cierre de plantas en Estados Unido. Trump se manifestó muy enojado por que se cerraban plantas en Ohio, Detroit, Maryland y Michigan y no en México y China.

El economista Federico Kurcher ya analizaba para la publicación del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica, el problema de la sobredimensionada deuda mundial para la región.

En su trabajo asegura que "Una de las principales tensiones de la región es que la deuda aumenta mientras avanzan los desequilibrios comerciales y la fuga de capitales. Esto compromete la estabilidad externa de la economía latinoamericana y no puede pasarse por alto al momento de pensar estrategias de política económica a nivel regional. Las estimaciones de las consultoras para 2018 adelantan que el rojo de cuenta corriente alcanzará un 3,0 por ciento en Colombia, un 6,0 por ciento en Argentina, un 2,0 por ciento en México, un 1,3 por ciento en Chile y un 1,0 por ciento en Brasil. Se trata de un desajuste que hace complicado enfrentarse a un mundo de mayor tensión financiera, en el que una nueva crisis parece inevitable."

"Los reportes del mercado brindan datos preocupantes sobre la calidad de la deuda global. Los créditos financieros empiezan a mostrar un aumento de los riesgos en casi todas partes del mundo. La calificación media de los bonos (un indicador de cuál es la probabilidad de pago de los títulos) bajó, desde 1980 hasta 2018, de A a BBB-. ¿Qué implica esto? Que el promedio de los bonos que circulan en el mundo se acerca a la calificación de bono basura. Los desajustes financieros vuelven a ser la gran amenaza para la región y es necesario tener bien presente (aunque hayan pasado 10 años) que, en la última gran crisis, Lehman Brothers fue el primero de muchos en caer."

"La probabilidad de nueva crisis encuentra a la región con pocas herramientas. Los precios de las materias primas se moderaron respecto de los picos de la última década y el desajuste de la macro limita el margen de maniobra para hacer políticas expansivas. Latinoamérica debería diseñar un plan de escape que priorice la integración regional en lugar de discutir medidas sin timming, como armar un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea o la necesidad de congelar los gastos públicos para evitar incumplir los umbrales de déficit fiscal. El panorama global es poco alentador y no tener un programa de contingencia resultará muy caro".

Los principales lideres y analistas del mundo ven el problema y toman o sugieren medidas para estar preparados y atentos. Mientras el gobierno argentino solo atina a comentar la realidad en cada conferencia, como si no fuera su responsabilidad generar condiciones para poder estar por lo menos un poco a cubierto de lo que puede venir.

La sociedad no toma registro tampoco, porque esta realidad no le llega, sus gobernantes comentan como si estuvieran en un set de TV y no gobernando la pérdida de empleos, la inflación, la caída de la obra pública o la pérdida de capacidad adquisitiva de los salarios. Mientras tanto los medios masivos prefieren callar. La Cumbre del G20 fue parte de esa metodología, los canales de noticia dedicaron horas y horas a hablar de las comidas, de los vestidos, los autos o los aviones. De la realidad, la economía y lo que viene, nada.

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