Opinión

El agujero de la economía entre el fútbol y el G20

Por Marcelo López Álvarez.

Por Marcelo López Álvarez

La noticia es la no noticia. A nadie sorprende ya la destrucción de cualquier indicador económico que se conozca, excepto los de las ganancias de las entidades financieras y de las golondrinas verdes que llegaron a hacer su agosto.

Mientras ministros, presidente y gobernadores siguen hablando en clave de fantasía, Argentina entró técnicamente en recesión al acumular dos trimestres consecutivos de caída en la economía, que podrían extenderse a tres, cuatro, cinco o seis; y no es una locura opositora hablar en estos términos, sino los números del propio presupuesto del gobierno que prevé una nueva contracción económica para el 2019.

Dónde termina la caída, es difícil de saber. Los datos cada vez son más preocupantes y el camino que sugieren tomar no parece ser precisamente el que lleva al éxito o la recuperación.

Pero no solo hay síntomas preocupantes en la numerología económica, al cierre de empresas y comercios que suman desocupación por goteo día a día se suma que los organismos oficiales comienzan a ser víctimas también de las decisiones políticas. Mientras, las entidades financieras duplicaron sus ganancias interanuales según los números oficiales del BCRA, el Presidente del Banco Nación (a la sazón el único argentino conocido capaz de fundir una fábrica de dulce de leche) adelantó que el banco oficial estudia salir a fondearse al exterior con la emisión de un bono o un préstamo, porque aduce falta de liquidez. Los especialistas comienzan a preguntarse si el gobierno está silenciosamente llevando al Nación al mismo proceso de degradación de Aerolíneas Argentinas. ¿Puede alguna mente afiebrada pensar que si el modelo es ratificado, el gobierno pueda pensar en el próximo periodo en desprenderse del Banco Nación?

Circunstancias externas salen en auxilio comunicacional ¿y político? del gobierno. Por un lado, la ya patética final de la Libertadores que robará tapas toda la semana. Por el otro, el comienzo del G20 cuyo extraterrestre despliegue de seguridad cautiva a los medios de comunicación mayoritarios. Las resoluciones político-económicas de la cumbre mundial serán una parte mínima del espacio mediático, excepto por la obsesión del gobierno en llenar el álbum fotográfico del presidente con reuniones bilaterales con la mayor cantidad de mandatarios posible.

La diplomacia argentina como anfitriona es la que se debe encargar de consensuar el documento final que deben firmar las naciones y organismos participantes. El trabajo parece será descomunal cuando comiencen las reuniones mañana en Buenos Aires. Los antecedentes de las últimas cumbres mundiales no son la mejores, un par de meses atrás Donald Trump rechazó acompañar la declaración de los mandamases de las economías industrializadas del G7. El fin de semana pasado, por primera vez en la historia, la cumbre Asia-Pacífico finalizó sin un comunicado conjunto ante la imposibilidad limar las asperezas entre USA y China.

La posibilidad de que el G20 sea el lugar del acuerdo entre el MERCOSUR y la Unión Europea, también parece alejarse. La resistencia francesa sumada a la decisión de Brasil de ignorar el acuerdo del Sur (lo demostró fuertemente esta semana con el acuerdo de libre comercio con Chile) hacen que el sueño del conjunto comience a transformarse en individualidades.

Repasar los números que dio a conocer el INDEC puede dar la magnitud del trabajo que deberá encarar quien, desde el Estado y el Gobierno, pretenda recuperar la producción argentina.

En términos interanuales el comercio mayorista y minorista se contrajo un 12,8%, la Industria Manufacturera el 10,8%, el transporte y comunicaciones un 4,8%, hoteles y restaurantes -a pesar de la supuesta mejora del turismo extranjero- también cayó el 4,2%, la construcción un 2,9% y minas y canteras el 0,6%.

Apenas mostraron indicadores positivos la pesca, la agricultura y la intermediación financiera con valores de entre 2% y el 3%.

Los guarismos del INDEC no deberían sorprender a nadie si se tiene en cuenta que el consumo sigue en picada y la canasta básica ascendió a $24.241,97 para no ser pobre y $9.735,42 para no caer en la indigencia (según el mismo organismo), lo que marca un aumento del 51,5% interanual.

En este contexto el gobierno deberá afrontar el siempre preocupante diciembre, con la política metiendo la cola porque el clima electoral ya está presente en toda su magnitud.

El escándalo de la final de la Libertadores suspendida en un caos de incompetencia del Estado para brindar seguridad y un mundo conflictivo que negociará en Buenos Aires, serán aves de paso. La realidad del mango desaparecido será el VAR de lo que venga de aquí en adelante. 

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