Opinión

Nada que festejar

Por Marcelo López Álvarez.

Por Marcelo López Álvarez

Excepto por la estabilidad, algo ficticia, de la cotización del dólar y la intrascendente baja del índice riesgo país, datos que los propios funcionarios del gobierno confiesan manejarlos electoralmente, nada de la economía real parece darle la razón a la esperanza de mejora que declaman los círculos del poder.

Como expresamos más de una vez, no hay un solo dato que permita darle credibilidad a esos discursos de la recuperación mágica que llegaría por fin en el infinito semestre. Más bien la foto de cada día se parece más a aquella columna que detallamos a mediados del año pasado "Números que duelen, palabras que ofenden". Más bien las variables macroeconómicas en su totalidad han empeorado notablemente, tal es así que la desocupación volvió a los dos dígitos, el consumo y la producción industrial no dejan de caer, el déficit fiscal comienza a tornarse en inmanejable por el peso de la deuda y la lista de etcéteras es casi interminable, casi como la masa de intereses que paga el gobierno por fracasados instrumentos de supuesto control de la inflación como las Leliq.

La forzada estabilidad cambiaria ya no alcanza como dato macroeconómico positivo, porque el proceso inflacionario sigue su curso y todavía tiene resto de vida para complicar las expectativas. Los casi 20 puntos de diferencia entre el índice mayorista y el IPC son la clara muestra que la carrera aún no terminó.

La caída del consumo y la producción parece no encontrar piso por lo que el panorama solo se tiñe de negro. La consultora D'Alessio Irol Berenstein (a quien nadie puede acusar de tener antipatía con el Gobierno) presentó esta semana dos trabajos uno el Monitor de humor social y político y otro sobre el consumo.

Antes de detallar el desastre real de la situación económica que refleja el estudio de consumo, vale destacar el tratamiento que se dio al estudio sobre el humor político social. Varios de los de los medios hegemónicos destacaron la "mejora en las expectativas de los ciudadanos" sin embargo, olvidaron reflejar un dato fundamental que destaca el trabajo de la consultora: "las expectativas económicas vuelven a ser mayoritariamente favorables debido al crecimiento de la confianza en el electorado oficialista y a una mejor perspectiva de un segmento de los votantes opositores, presuntamente motivados por las elecciones", es decir que la buena perspectiva vuelve porque una parte importante de los consultados confía en que habrá un cambio de gobierno para el año que viene.

El estudio que difundieron sobre el consumo es la foto perfecta del porqué de la destrucción del aparato productivo, industria y económico no encuentra piso; desde las costeletas a los viajes en taxi, de la leche a la compra de remedios y la conexión a Netflix, todo cayó en números estrepitosos en los últimos 12 meses.

Ocho de cada diez consumidores sustituyó las primeras marcas por segundas y terceras, el 70% de los encuestados redujo sus compras de carne vacuna y gaseosas, el 60 por ciento disminuyó la compra de productos de higiene personal y el 80 % de los consultados abandonó directamente la compra de indumentaria.

A pesar de que el INV dice que los despachos de vino aumentan en pequeñísima escala, el trabajo de D'Alessio Irol y Berenstein afirma que el 54 % de los consultados abandonó el consumo de vino y un 66 % la cerveza. También con disminuciones por arriba del 50 por ciento en el consumo de los encuestados, los postres en base de lácteos y los fiambres que se sabe escalaron a precios solo para entendidos.

En el rango del 30 al 50 por ciento de consumidores que disminuyeron o abandonaron el consumo aparecen el pescado, la manteca, el yogur, los quesos, aceite, galletas, pan y leche. En una foto perfecta de la crisis de consumo y alimentaria, el 40 por ciento de los consultados asegura haber aumentado el consumo de arroz y fideos.

La crisis de consumo empieza a perder pertenencia a un sector social o económico para comenzar a cruzar a todos los estamentos de la sociedad sin distinción.

Casi el 80 % de los encuestados redujo o abandonó los gastos de comer afuera y delivery, el 70 % cortó los viajes en taxi, el 62 % limitó el uso del auto particular y hasta la telefonía celular sufre la crisis, casi 6 de cada 10 consultados redujo sus consumos en el rubro.

La crisis también afecta a los nuevos consumos, el 34 % bajó o anuló internet y un 33% de los encuestados dio de baja el servicio de Netflix.

Los datos son contundentes y es difícil encontrar dónde están las posibilidades de recuperación de una economía que además seguirá sufriendo un estrangulamiento sin par por parte de un equipo económico que solo sabe de ajuste y no de crecimiento para enfrentar los problemas.

Para darse cuenta de la magnitud del ajuste que deberá aplicar el Gobierno si sigue encerrado en sus políticas hay que desmentir, una vez más, al Ministro de Hacienda, Nicolas Dujovne. El ex panelista de tv festejó esta semana en su cuenta de twitter un superávit de 26 mil millones de pesos. Falso como moneda de chocolate. Ya que la realidad marca que el pago de intereses de la deuda en mayo se triplicó respecto a un año atrás llegando a 64.600 millones de pesos, por lo que mayo cerró con un déficit de 38.600 millones de pesos y los primeros cinco meses del año acumulan 219.000 millones de pesos, creciendo un 35% interanual y llegando ya a un punto del PBI.

Como se ve, más allá de publicaciones en las redes sociales, con títulos obsecuentes y declaraciones rimbombantes, nada hay para festejar. 

Te Puede Interesar