Opinión

La calma de los cementerios

Por Marcelo López Álvarez

El Equipo económico logró esta semana meter un par de goles de descuento en la goleada que viene recibiendo en el mundo de la macroeconomía y la economía real. Aunque, si apelamos a las metáforas futbolísticas tan de moda por estos días y a las que es afecto el Presidente, a ambos goles habría que anularlos con el VAR, por su evidente concreción fuera del reglamento.

La baja del dólar y un pequeñísimo descenso de la tasa de las Leliq, son presentados como grandes logros. Aunque no se dice que se alcanzaron con trampa, ayuda de un jugador no anotado (el FMI) y apelando a la paz de los cementerios lo cual nos entierra a (casi) todos.

Lo que marca ya no solo la realidad, sino también las proyecciones, es que ninguno de los dos datos cambia nada de lo que hoy viven los ciudadanos y consumidores de a pie, sino que más bien lo empeora.

La baja del dólar, prohijada por una importante entrada de fondos a la bicicleta de las tasas (otra vez la misma historia) y la llegada del desembolso del FMI, demuestran que esto es un simple remanso en un río torrentoso. Ninguno de los motivos es uno genuino que se pueda asociar con el crecimiento de la economía, recuperación de la confianza en el peso, o mejora real de la balanza comercial o de las exportaciones. Es decir que no hay producción de fondos (dólares) propios, sino todo de prestadita y con la espada siempre colgando sobre la cabeza, interrogándose hasta cuándo se quedan -cuando consideren que ya no vale arriesgar más para obtener ganancias fabulosas- y cómo hará el Estado para responder a ese requerimiento de dólares que pretenderán volver a sus orígenes.

La baja de las tasas insignificante (el viernes el BCRA logró renovar Leliq apenas por debajo de 70%) aún no repercute -ni repercutirá- en las tasas diarias que necesita la economía para la reactivación, aunque sea mínima. Ni PyMEs, ni consumidores, pueden acceder a financiamiento que está por arriba del 70% y alimentan la muerte de la economía real basada fundamentalmente en mercado interno. Este proceso tiene además otra marca de orillo de este gobierno: la transferencia de ingresos de arriba hacia abajo. La bicicleta de las tasas no solo está armadita para los capitales voladores, también está articulado para que los bancos hagan negocios fenomenales a costa del Estado Bobo, entregándole un margen de ganancia garantizada de magnitudes poco vistas.

El mes pasado los depósitos a plazo fijo en los bancos aumentaron 114 mil millones de pesos (otra vez, para que quede claro: 114 mil millones de pesos) que entraron a los bancos seducidos por las tasas que van de 45% al 55 % dependiendo del monto, el plazo, la relación con el gerente, si se es cliente del banco, etcétera.

Sobre una importante porción de ese dinero que los inversores llevaron a los bancos, las entidades tienen garantizada una ganancia de entre 15 y 25 puntos mediante las Leliq. Un negocio maravilloso sin esfuerzo, toman la plata por una ventanilla y en el mismo día por otra se la dan al Tesoro que le paga tasas exorbitantes. Compare ese margen de ganancia de los bancos con el sacrificio que tiene que hacer un empresario PyME o un productor de las economías regionales, no para tener esos márgenes de ganancia garantizada sino para lograr pagar los sueldos o levantar su cosecha.

La fiesta financiera que propone el gobierno como único camino para bajar el dólar o ¿bajar? la inflación tiene siempre las mismas víctimas: la producción, los salarios y por definición general los laburantes, los pequeños empresarios y los ciudadanos en general.

¿Qué pasará el día que el BCRA tenga que responder por esa enorme masa de pesos que está generando como deuda interna con inversores locales y extranjeros, que no es de locos calificar de impagable?

Pero si ese frente, que nadie acierta a responder como se saldará sino es licuando la deuda vía una nueva ultra devaluación o con un plan de canje obligatorio de pesos por bonos a largo plazo, no fuera suficiente para generar preocupación, el economista y doctor en ciencias sociales Julián Zícari calculó esta semana que entre este noviembre y diciembre de 2019 vencen 83 mil millones de dólares de deuda.

El Fondo solo prestara en ese lapso 36 mil millones de la misa moneda. ¿De dónde saldrán los otros 50 mil millones? La respuesta parece ceñirse solo a dos caminos, o profundizar el ajuste a un nivel impensado para la continuidad económica y hasta política del país o el de un inevitable default ante una montaña impagable de vencimientos.

Zícari define en el fin de su escrito con precisión el que para él es el plan del FMI "canjear la denominada "deuda tóxica" por "deuda limpia". La deuda que está por vencer es deuda expuesta virtualmente a un default. Con el dinero del Fondo esa deuda será canjeada lentamente de deuda contraída en los mercados abiertos (bajo la forma de letras y bonos), a deuda contraída con el FMI. Con ello, el país en vez de deber, por ejemplo, dinero en Letes en manos de un inversor, le deberá ese dinero al FMI, organismo al cual prácticamente es imposible dejar de pagarle, porque significaría romper con las grandes potencias. O sea, este "canje" permitirá que el país quede preso así de las políticas del FMI para someterlo en la miseria y en el neoliberalismo más allá de que eventualmente pudiera triunfar electoralmente el populismo. Como le pasó a Grecia. Como busca que nos pase a nosotros. Esa es la estrategia de fondo".

Los números de la economía y las medidas que toma el Gobierno no solo parecen darle la razón al investigador, sino que muestran al mejor equipo como aliado incondicional del Fondo en ese camino.

Bien recordaba el dirigente bancario cooperativo y ex diputado nacional Carlos Heller, también esta semana, desde mediados de la década del 50 hasta hoy han pasado 21 planes de ajuste llevados adelante por gobiernos de facto o elegidos por el pueblo de todos los colores y simbologías políticas. Todos tuvieron el mismo final, que los lectores no necesitan que se lo recuerden.

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