La agenda de Cornejo

El gobernador cree absolutamente que los tiempos y la agenda de los asuntos públicos debe marcarla el gobernador de turno a tambor batiente y paso redoblado.

La que arranca será una semana en la que se hablará mucho, posiblemente, de la reforma electoral propuesta por el gobierno de Alfredo Cornejo y todo lo que ello conlleva: una posible postergación de los comicios provinciales para el primer trimestre del 2018 (febrero las PASO y abril las generales), la eliminación de las colectoras (aquellas listas de adhesión a la lista de candidatos oficiales del partido principal al que se apoya), la implementación de un 30 por ciento de toda la elección por la vía del voto electrónico y la progresiva disminución de los días de campaña antes del día de la votación, emergen como los temas, en principio, más trascendentes que acapararán la atención del debate político en los próximos días, tras las Pascuas del fin de semana.

Sin embargo, en el medio de toda esa discusión en apariencia intrascendente salvo por las alternativas que tendrá Cornejo para convocar a las elecciones para lo que habrá, por supuesto, mucho de especulación, el debate que se avecina lleva implícito la última oportunidad del oficialismo para intentar mantener con vida la reforma de la Constitución incluyendo, en medio del remolino de intenciones, buscar la habilitación para el actual gobernador a jugar su chance por un nuevo mandato al frente de la provincia y extender su dominio, si así lo deciden los mendocinos, más allá del mandato constitucional que se le termina en el 2019.

En el gobierno afirman que será el 15 de mayo el día indicado por Cornejo para definir cuándo votaremos los candidatos provinciales. Por el momento, ya se sabe que iremos a las urnas el 13 de agosto para las PASO de legisladores nacionales y el 22 de octubre para las generales. Cornejo puede mantener esas mismas fechas para definir la elección provincial, esto es concejales y diputados y senadores provinciales. Pero si la Legislatura aprueba el proyecto de reforma que días atrás entró en estado parlamentario, tendrá la opción de desdoblar la elección desenganchándose del cronograma nacional y llamar a votar para febrero y abril del 2018.

En verdad, el momento indicado para votar dependerá en gran medida de las urgencias que tenga el gobierno de Mauricio Macri que lo obliguen a pedirle ayuda a los gobernadores afines para evitar los desdoblamientos buscando unir toda la fuerza que pueda reunir el oficialismo para que los candidatos nacionales logren imponerse en una elección crucial y vital para Cambiemos, más allá de las declaraciones de ocasión que sostienen lo contrario, como que no pasará nada si pierde el oficialismo. En verdad, son elecciones clave porque Macri necesita imperiosamente gobernabilidad para la segunda y última parte de su mandato, porque lo necesitan sus políticas de reforma económica y del Estado que ha encarado y, lo que no es menor, lo necesita su chance de intentar el segundo mandato.

Hoy, esa urgencia o necesidad, no está en la agenda, porque Macri entiende que sus acciones se han recuperado tras la manifestación espontánea del 1 de abril que salió a las calles a bancar su gestión. Las encuestas de este fin de semana le mostraron una recuperación frente a la notable caída que tuvo en los primeros meses del año producto de una inflación que no cesa, de una economía que no se reactiva y de los nuevos salarios que todavía no reflejan los aumentos pactados en paritarias para muchos de los sectores más importantes. Lo que ha hecho el gobierno, en definitiva, es seguir apostando a la polarización, como se ha visto, con el kirchnerismo en todos los frentes que ha encontrado a disposición.

Pero volviendo a las urgencias y necesidades de Cornejo, está claro al menos por lo que está sucediendo hoy que no habrá influencias nacionales para que defina la elección provincial.

A Cornejo sólo le interesa marcar los tiempos y tenerlos bajo control y sin que nadie lo interfiera. Se podría decir que Cornejo se divierte con la impaciencia de la oposición o con las conjeturas periodísticas. Pero en verdad no se trata de un juego. El gobernador cree absolutamente que los tiempos y la agenda de los asuntos públicos debe marcarla el gobernador de turno a tambor batiente y paso redoblado. Y cuando ocurre lo contrario, cree, es porque se debe a una insuficiencia absoluta de quien está al frente. Eso fue lo que percibió a mediados del gobierno de Francisco Pérez cuando lo notó en debilidad, sin apoyo nacional y con los medios objetando todas y cada una de las decisiones que tomaba. Fue allí cuando arrancó su plan para quedarse con todo. Ya dominaba la interna radical. Sólo le faltaba que Pérez y su gobierno cayeran por su propio peso. Mientras menos apoyo tenía de Cristina, la presidenta, Cornejo más ajustaba su presión en la Legislatura. Así fue que aquella administración, endeble y pobre por donde se la viera, se quedó sin presupuesto y sin escapatorias políticas para enderezarse. Ya era tarde para todo.

En la agenda del momento de Cornejo hay varios puntos. Políticos puramente y de gestión. Para los políticos parece haber mandado a sus operadores a explorar el último intento por la reforma constitucional con su reelección incluida. En eso están.

En los objetivos de gestión la situación emerge un poco más complicada. Porque todo aquello que se le presentaba chivo, como la relación con los gremios estatales, la discusión paritaria y las consecuencias del ajuste del Estado lo ha superado. Tiene una deuda fuerte con todo lo demás: con que la gente sienta y perciba que la situación le está cambiando y que está mejor que un año y medio atrás. Y eso, desde lo estrictamente económico, sigue ausente.

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