Cornejo, un gobernador que también va por todo, como lo fue ella

El gobernador pudo haber optado por una mujer para cubrir el cargo que deja vacante en la Suprema Corte de Justicia el ministro Herman Salvini. Sin embargo se decidió por su criterio, basado en la autoridad plena. Se siente el gobernador que llegó a restituir el respeto perdido por el Poder Ejecutivo de la provincia. Y además, en el primero y único exégeta de la sociedad, a quien dice interpretar como ninguno.

¿Había alguna necesidad superior, más allá de las razones políticas que se esgrimen y sobre las que se especula mucho además, para que el gobernador Alfredo Cornejo decidiera proponer a José Valerio para el cargo que deja vacante Herman Salvini en la Suprema Corte de Justicia de la provincia, en vez de una mujer?

La pregunta recorre el inconsciente y el consciente colectivo de una sociedad híper sensibilizada en momentos en que avanza, de manera espeluznante, la violencia de género que la envuelve y cubre de una forma incomprensible y cada vez más preocupante.

Las respuestas políticas a esa determinación no se conocen del todo. Pero de lo que se conoce, se puede inferir que el argumento esgrimido de que el gobernador no encontró a una mujer dispuesta a enfrentar, y con éxito, al ala garantista de la Corte con la que se ha enfrentado el propio gobernador, no tiene demasiado sustento o, al menos para muchos, no termina por convencer del todo.

Cornejo prefiere mirar el todo y no una porción del gravísimo problema al que nos enfrentamos. El todo, para el gobernador y también para su candidato, el juez Valerio, es el auge de la violencia generalizada instalada en la sociedad y que se ha hecho crónica. Hay violencia en todos lados: en la escuela; en las calles de Mendoza entre un peatón y un automovilista; entre los taxistas y los colectiveros; en los estadios de fútbol; en los conciertos musicales; en los boliches; en las fiestas clandestinas y en las puertas adentro de las casas, en las mismas familias. Hay violencia en los barrios marginales y hay violencia en los barrios ricos que utilizan guardias y serenos para proteger a sus habitantes.

"El problema de la violencia de género es evidente, como el problema de la violencia en general en la sociedad. Negar cualquiera de estas dos cosas, es negar una realidad", dice Valerio. Y agrega: "No nos olvidemos que la violencia no solamente se da en esos ámbitos. Hay violencia cuando una madre o una tía va y le pega a la directora de una escuela, o cuando un grupo de chicas de un colegio le pegan a otra alumna o porque es muy linda o coqueta. Tenemos instalada la violencia en todos lados. Si no tratamos la otra violencia, la violencia de género no la podemos tratar aisladamente, tenemos que tratarla toda. Porque la persona que es violenta en una cancha no llega a la casa a filosofar sobre Kant con la mujer".

Haber incorporado la perspectiva de género que se le reclama a Cornejo impulsando, para el más alto tribunal, a una mujer debió haber sido una respuesta política de su parte, digamos que políticamente correcta. Pero Cornejo no es un político políticamente correcto. Lo pudo haber sido allá lejos, cuando forjaba su estilo en sus épocas universitarias. También en su paso por el parlamento. Pero no lo fue siendo intendente y mucho menos ahora. Más después de haber construido sin deberle nada a nadie el ascenso a la Gobernación y esperando su turno con paciencia oriental.

Cornejo ha encontrado los modos y las formas de mantener un vínculo estable, al menos por el momento, con la gente. En los encuentros con los periodistas no les habla a quienes en ese momento le hacen las preguntas. Les habla a los mendocinos. "Interpreto lo que la gente quiere", viene diciendo desde varios meses con el controvertido asunto de la seguridad. Si bien, por caso, dice que la Policía esta mal, (perdón, corrijo: que SU Policía está mal), carga sin embargo contra jueces y abogados a quienes llama "saca presos", como lo volvió a hacer con vehemencia ayer en el acto por el aniversario de la Policía de Mendoza. Entre esos abogados y jueces están sus adversarios de la Corte, Omar Palermo y Alejandro Pérez Hualde, sus máximos objetivos para acorralar la corriente "garantista" del Derecho con la que alguna vez comulgó ¬-como cualquiera en la agitación e idílica época marcada por los tiempos de militancia universitaria-, pero que la dura realidad se encarga de ir borrando mientras, como dice el teorema de Baglini, más cerca se esté del poder con responsabilidad ejecutiva.

Días atrás en un diálogo con este periodista, y al explicar el embate del gobernador contra su persona y contra la de su colega Palermo, Pérez Hualde dijo: "Por algo llegó a donde llegó Cornejo; porque un político como él está preparado y formado para interpretar a los ciudadanos. Nosotros, los jueces, estamos preparados y formados para garantizar el equilibrio y contener los posibles abusos".

Cornejo, como algunos puedan pensar, no teatraliza. Actúa de él. Hace de él. Cuando alcanzó la Gobernación una de las primeras cuestiones que advirtió, además del colapso financiero y económico de la provincia, fue la pérdida de respeto a la figura del gobernador. Y se planteó borrar aquella imagen degradante. Es radical hasta el tuétano, pero no lo parece tanto en su permanente obsesión por demostrar la autoridad que debe emanar del primer magistrado provincial. Por eso algunos lo comparan, acertadamente hay que decirlo, con Néstor. Busca el consenso cuando las alternativas se van esfumando. Mientras pueda hará cumplir su criterio, porque "interpreto lo que la gente quiere".

Para el caso de Valerio, el gobernador ha seguido su estrategia, su pensamiento, su instinto. Pero se expone, en esta oportunidad, a una jugada de riesgo. Valerio no es, en buena medida, el culpable de la oposición que está recibiendo de sectores determinados. Valerio, en todo caso, es el vehículo de la indignación de quienes critican la decisión del gobernador. La demanda por una perspectiva de género para la Corte que sólo puede ser cubierta por una mujer -de acuerdo con los críticos y críticas-, en medio de tan agitado debate hecho carne en la sociedad, instala por primera vez de manera seria la posibilidad de una derrota política resonante para el gobernador. Aunque Cornejo se haya ocupado personalmente de haberles presentado a Valerio a las ocho senadoras del bloque oficialista, de los veinte integrantes con que cuenta. Nadie puede asegurar, pese a las advertencias de que cuando llegue el día tienen que votar bajo los preceptos de la disciplina partidaria, que alguna, o algunas de ellas, opte por lo contrario.

Cornejo confía en tener todo bajo control. Y de aquí a veinte días, cuando el Senado deba tratar el pliego de Valerio, se ocupará de ir cubriendo las posibles fisuras o dudas que puedan surgir en el bloque oficialista. Pero será una prueba de temer, en medio de tanto río revuelto.

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